Los Jaquet-Droz se forjaron una identidad a lo largo de su historia y con cada una de sus obras, y la fue enriqueciendo a través de encuentros con personalidades especiales. A medida que iba viajando, la firma Jaquet Droz se iba dando a conocer a través de signos, códigos que encontramos hoy en día en la esencia misma de la identidad de la marca: el Grande Seconde, los autómatas, los Ateliers d’Art, las esferas en esmalte, la redondez de la caja, unos movimientos de excepción, los minerales y los Numerus Clausus, sinónimo de exclusividad.
Su elegancia es una promesa de eternidad. Nunca antes en la historia de la relojería la audacia del diseño había sido ilustrada con semejante nobleza, conservando el carácter puro que todos los modelos Grande Seconde han confirmado sin cesar. En una misma esfera, las horas y los minutos descentrados a las 12 se asocian al segundero, situado a las 6, siguiendo el estilo de la poesía vanguardista, cuya estética encarna la identidad misma de Jaquet Droz. Dibujado por los dos contadores de la esfera, el número 8 también determina la rareza de las series limitadas y producciones más exclusivas. Emblema del infinito y la eternidad, este símbolo es una referencia fundamental, mágica y numerológica de la marca. Los contadores descentrados hacen malabares con los números árabes y romanos, invitando a una percepción inédita de cada instante, y ponen en escena una nueva forma de concebir el Tiempo. Del siglo XVIII al tercer milenio, el modelo Grande Seconde es la fuente de inspiración perenne de la manufactura de La Chaux-de-Fonds: un icono intemporal que evoluciona adoptando las formas exclusivas con el paso del tiempo en las distintas colecciones.
En la época en que se elaboraban los tratados, en que las ciencias adquirían sus títulos de nobleza y se fraguaban con energía las bases de la revolución industrial, Pierre Jaquet-Droz se empeñó en hacer de su oficio un verdadero desafío: el de reproducir lo vivo. Sus autómatas – The Writer, The Musician y The Draughtsman, hoy expuestos en el Museo de arte e historia de Neuchâtel – causarían la admiración de numerosas cortes de aquella época. Reanudando con este "arte de maravillar", Montres Jaquet Droz desvela hoy sus nuevos tesoros. Los artesanos han imaginado, por ejemplo, The Bird Repeater, un "guardatiempos" totalmente animado, The Charming Bird, primer pájaro cantor miniatura en un reloj de pulsera inspirado directamente de los célebres pájaros autómatas en una jaula del siglo XVIII, así como The Lady 8 Flower, el primer autómata diseñado especialmente para las mujeres. Tantas proezas mecánicas que, en una civilización dominada por la tecnología digital, afirman su lealtad absoluta a un oficio más noble y auténtico que nunca: el de relojero.
Perpetuar la tradición ancestral de decoración fina instaurada por Pierre Jaquet-Droz, acompañándola a lo largo del tiempo y volviéndola contemporánea, ese es el reto que aceptaron los artesanos de la Casa relojera. En el siglo XVIII, los Jaquet-Droz eran precursores de la decoración de lujo dando trabajo a toda una generación de artesanos. El esmalte de la caja, realzado con motivos en oro o pintura, y el trabajo de escultura y grabado se convirtieron rápidamente en signos característicos de los exclusivos modelos Jaquet-Droz, toda una gama de obras de arte decoradas que incluía relojes de bolsillo, urnas, tabaqueras, e incluso jaulas. El conocimiento fundamental de los artesanos de Jaquet Droz fue adoptado mucho más tarde por otros esmaltadores. En los Ateliers d’Art Jaquet Droz, estos artesanos, que poseen una maestría excepcional, brillan en sus artes decorativas. La pintura, el grabado, la escultura, el esmalte paillonné e incluso el esmaltado, tantas artes miniaturizadas e integradas a los "guardatiempos" que se convierten en auténticas obras maestras.
El Esmalte Grand Feu es uno de los conocimientos fundamentales que caracterizan la exclusividad de Jaquet Droz. Asociando métodos de fabricación tradicionales y tecnologías de punta los artesanos Jaquet Droz han logrado superar las diferentes etapas de la evolución de los “guardatiempos” y sus exigencias técnicas, y hoy en día son maestros en la fabricación de esferas de forma y superficie irreprochables. Los maestros en la fabricación de esferas juegan con la fineza de los polvos y la precisión de los hornos, y sólo ellos conocen la fórmula que da origen a estas piezas de color y textura absolutamente excepcionales. Una vez terminada, la pieza es inalterable, puesto que el esmalte resiste eternamente al paso del tiempo, conservando su belleza y su resplandor durante siglos. El Esmalte Grand Feu ha sido la marca característica de los “guardatiempos” Jaquet Droz desde el siglo XVIII y las colecciones contemporáneas continúan ofreciendo nuevas interpretaciones.
La caja es el joyero que alberga las maravillas mecánicas que marcan el ritmo de cada instante de la vida. La hermosura redondeada de su perfil y la perfección de sus dimensiones son incomparables y han sido minuciosamente estudiadas para acoger los excepcionales calibres. En la caja también quedan plasmados los deseos, las opciones y las preferencias: en la fuerza del acero, en el majestuoso brillo del oro, en la inalterable elegancia de la cerámica, o en la ligereza del titanio. Por ser una pieza tan esencial, las cajas de Jaquet Droz se someten a no menos de 80 operaciones diferentes, durante las cuales la mano del artesano es la herramienta de trabajo privilegiada. Asimismo, las cajas lucen una forma de cristal de zafiro característica de Jaquet Droz que se inspira directamente de los relojes de bolsillo del siglo XVIII.
Desde hace casi tres siglos, Jaquet Droz reserva a sus “guardatiempos” lo mejor de la innovación tecnológica en materia de relojería. Todos los movimientos mecánicos Jaquet Droz, de cuerda automática o manual, son ensamblados y terminados a mano, y tienen un trébol de tres hojas grabado, firma secreta del fundador de la marca. Desde 2014, el movimiento Jaquet Droz experimenta una evolución importante, con la integración de la espiral de silicio y el áncora con cuernos invertidos. Absolutamente ligero, el silicio es un material que muy pocas casas relojeras dominan. Insensible a los choques, a las diferencias de temperatura y de presión, el silicio posee propiedades antimagnéticas y ofrece una perfecta estabilidad a lo largo del tiempo. Como en todos sus movimientos ensamblados a mano, Jaquet Droz juega con la fineza de los acabados que desvelan una marca estética exclusiva, visible a través del fondo transparente del reloj. Asociando a esta nueva modernidad la realización más sofisticada, el efecto rayos del sol descentrado, los puentes agrandados, los acabados que combinan gris y negro ofrecen un espíritu más contemporáneo, integrando perfectamente la esencia estética de los Ateliers de Haute Horlogerie (Taller de Alta Relojería) Jaquet Droz. Desde que comenzó su actividad relojera en 1738, Jaquet Droz se especializó en la producción de relojes de lujo, con música, con autómatas y con grandes complicaciones. Las complicaciones relojeras y poéticas palpitan con precioso resplandor: autómatas, tourbillon, repetición de minutos, segundero muerto, calendario perpetuo, hora saltante o cronógrafos… Como el Tiempo no se expresa en una sola dimensión, Jaquet Droz también varía los códigos de su pluralidad, de la fecha retrógrada a la indicación de las fases lunares.
En la inmensidad inerte de la Tierra reside un tesoro luminoso. Rocas, cristales y minerales nos recuerdan que la naturaleza es una artista. Engendrados en las entrañas de nuestro planeta o en los confines del universo, estos elementos inspiran una permanente emoción y dan forma al alma mineral de Jaquet Droz, que captura el resplandor natural de las piedras y engalana sus esferas. Talladas en materias erosionadas en estado bruto, una vez trabajadas se muestran fascinantes. Luciendo estas materias, los relojes minerales de Jaquet Droz son naturalmente únicos. Sus juegos de luz, color y profundidad transcienden la materia para entrar en el reino de la belleza.
El auténtico lujo se caracteriza por su escasez. Con sus piezas únicas y ediciones limitadas en Numerus Clausus de 1, 8, 28 u 88 ejemplares, Jaquet Droz también domina el arte de la exclusividad: Alta Costura relojera caracterizada por una elegancia que va de la mano con el desafío permanente que implica la personalización.