Jaquet Droz presenta dos piezas únicas dedicadas al ópalo que perpetúan el arte de las esferas minerales, un prestigioso trabajo artesanal que permite a la Casa dar vida a los tesoros de la Tierra.
En ocasiones, el maestro relojero puede jugar con algunos secretos y astucias. Una firma secreta, un acabado personal, un motivo decorativo que tan solo verá él: la Alta Relojería encierra estos detalles ocultos que constituyen el deseo de los coleccionistas. Sin embargo, existe un arte relojero que tiene como objetivo ser expuesto y revelado hasta en sus más pequeñas vibraciones: el arte de las esferas minerales. Es el rostro radiante de una pieza. Su singularidad, su identidad. Estas esferas encarnan la filosofía de lo inimitable y el arte de maravillar que animan el espíritu de Jaquet Droz.
La Casa ha convertido este oficio en uno de sus savoir-faire distintivos. Las esferas minerales se ofrecen para hombre y mujer en diferentes diámetros, pero nunca en número: los diseños se presentan como piezas únicas o en numerus clausus, la serie limitada característica de Jaquet Droz. El ónice, el jade, la serpentinita, el jaspe, la madera petrificada, el meteorito y el ópalo se convierten en los pigmentos de un lienzo relojero que Jaquet Droz pinta con sus guardatiempos.
Dos piezas de esta familia nunca se parecerán entre ellas. Aun así, el procedimiento que da vida a sus esferas se mantiene intacto. El proceso empieza con la elección de minerales excepcionales. Para ello, la Casa Jaquet Droz colabora con uno de los artesanos más importantes de las piedras semipreciosas, que proceden de todos los rincones del mundo, desde Asia hasta América, pasando por Europa. Las rocas son trasladadas a Suiza, donde se cortarán minuciosamente y se seleccionarán las partes más espectaculares. Las piedras se pulen delicadamente a mano y se cortan en discos, cuya dimensión se aproxima al tamaño final. Esta simple talla, realizada con sierras y piedras de afilar tradicionales, requiere por sí sola una hora para obtener un primer esbozo de la esfera.
A continuación, la esfera se pule de nuevo y, sobre ella, se perforan pequeños orificios que albergarán las manecillas, las ventanas o los apliques. Esta etapa es un paso crítico donde el mineral, en función de su dureza, aún puede romperse a causa de la presión ejercida para realizar los orificios. El pulido final precisa de la misma delicadeza: siempre a mano, el artesano afinará cada esfera progresivamente hasta alcanzar un grosor de 0,8 mm. La fineza es tanta que algunas piedras, incluso las más opacas, se vuelven translúcidas en esta fase. Los bordes se desbarban con una fresa en miniatura y el contorno se suaviza. Esta etapa es igual de peligrosa, dado que las partes más finas del material aún pueden quebrarse. El proceso se acerca al círculo perfecto, íntegramente realizado a mano. Tras el último pulido, la esfera mineral recibe su aderezo: manecillas en oro, círculos, apliques o mecanismos de autómatas móviles.
A lo largo de este duradero proceso, el artesano trabaja únicamente con sus propios instrumentos, a menudo fabricados por él mismo. Las herramientas, auténticas extensiones de su mano y su sensibilidad artística, son capaces de transmitir la más mínima vibración de la piedra directamente a la mano del hombre. Gracias a ellas, cada esfera revela su resplandor, su belleza y la delicadeza de sus reflejos.
En los últimos meses, Jaquet Droz ha presentado algunas series limitadas que ilustran este laborioso trabajo. Es el caso del Grande Seconde Off-centered Black Jade. Esta depurada pieza luce tan solo tres manecillas y dos círculos en oro, que permiten al jade expresar toda su potencia en una esfera de 43 mm de un negro intenso.
Sucede lo mismo con la madera petrificada «Chinchilla Roja» que adorna el Loving Butterfly Automaton, cuyos tonos cálidos y cobrizos acompañan con un toque otoñal el vuelo animado del ángel y su carro tirado por una mariposa. El jaspe «Spiderman» adorna la esfera de un excepcional Petite Heure Minute, en una edición limitada de 8 ejemplares. Un dragón en oro grabado a mano atraviesa literalmente su esfera mineral.
El ópalo es una piedra particular. Comenzando por sus orígenes: el término ópalo procede del sánscrito «upala», que significa «piedra preciosa». Después, por su ubicación: el ópalo se concentra prácticamente en su totalidad en Australia. Por último, por su singular apariencia: el ópalo «cristal» posee una iridiscencia muy especial. Esta característica consiste en la capacidad de ofrecer colores variables según el ángulo desde el cual se observa la piedra. En ocasiones, el fondo del ópalo es translúcido. Por esta razón, se ha creado una palabra que caracteriza este fenómeno óptico de difracción: la opalescencia.
Hoy, Jaquet Droz presenta dos piezas únicas que han logrado capturar este resplandor singular: dos diseños Loving Butterfly Automaton Opal, con caja en oro rosa o blanco. Cada una de estas piezas ofrece una mirada única sobre las propiedades ópticas del ópalo, realzadas por sus cristales azules, verdes, amarillos y rosas, y sus miles de matices. Resplandecientes y dinámicas, perpetúan la leyenda del ópalo, la historia de un mineral de amor, pasión e incluso ardiente deseo. Esta seductora piedra es conocida por desatar la inhibición. Una promesa de lealtad y fidelidad que llevar consigo. En cada una de estas dos piezas únicas, el ópalo forma una esfera excepcional, un teatro mineral sobre el que Jaquet Droz exhibe su arte de maravillar.
“Some watches tell time. Some tell a story”