El fundador del Taller que llevaría su nombre, Pierre Jaquet-Droz, nacido en 1721, era ante todo un verdadero nativo del Jura suizo. En estos valles que aún hoy encierran la cuna de la excelencia relojera helvética, llegaba la hora de la comunión con la naturaleza; el cambio de las estaciones se sentía a medida que se escuchaba el canto de los pájaros al pasar. El canto de esos animales, una mezcla de naturalismo y coquetería que suscitó tantas pasiones durante la Ilustración, probablemente arrulló los veranos del joven prodigio cerca de la cascada Saut du Doubs.
Hermosos, libres y fascinantes, los pájaros cautivaban en aquel entonces y, desde sus inicios, al joven relojero que encontraría la forma de dominar esta tendencia. En efecto, Pierre Jaquet-Droz había consolidado su talento en ingeniería relojera y además era un empresario audaz y un esteta que se identificaba con los gustos de su época. En pleno desarrollo de la Enciclopedia, con el reconocimiento de las ciencias y el nacimiento de las bases de la revolución industrial, Pierre Jaquet-Droz decidió convertir su oficio en un auténtico desafío: el de copiar la vida. Sus autómatas – The Musician, The Writer y The Draughtsman, expuestos actualmente en el Museo de arte e historia de Neuchâtel – deslumbraron en las cortes cada vez que fueron presentados.
En esta visión particular, se rendía tributo a la Naturaleza de manera singular y abundaban las representaciones de pájaros. Al igual que los científicos que escudriñaban los secretos de su objeto de estudio con el fin de conocerlo a la perfección, Pierre Jaquet-Droz y sus sucesores lograron imponerse con sus series de péndulos duraderos. A medida que iban desarrollando innovaciones en el campo de la miniaturización, desarrollaban sorprendentes relojes cantores. Inicialmente, los introdujeron en verdaderas jaulas para pájaros y posteriormente los fueron transformando, gracias a los avances de la relojería miniaturizada, hasta convertirlos en relojes de bolsillo y de mesa de proporciones particularmente reducidas y refinadas. Los "pájaros" de la famosa granja de Sur le Pont en La Chaux-de-Fonds eran auténticas vedettes en su época, constituían verdaderos tesoros mecánicos y representaban las artes decorativas de entonces. Con estos excepcionales guardatiempos, realzados por los detalles más hermosos, como suntuosas representaciones en esmalte de las tonalidades del plumaje, oro, perlas y piedras preciosas, Jaquet-Droz se forjó un renombre internacional que permanece intacto en la actualidad.
THE BIRD REPEATER
Ya sea en el lienzo en el que el pintor crea su obra o en la esfera que utiliza el escultor para elaborar una decoración en relieve, los talleres de la marca rinden homenaje y dan vida a los pájaros desde hace ya muchos años.
Jaquet Droz confiere una nueva dimensión al sueño más antiguo del hombre, el de volar, y lleva más lejos los límites de la relojería con su nuevo The Bird Repeater. Este guardatiempo excepcional, fruto de la creatividad de los artesanos de la casa, reúne la historia, los savoir-faire y la imaginación de Jaquet Droz en una creación preciosa e inédita.
The Bird Repeater ofrece un auténtico espectáculo visual con una pareja de carboneros, el ave símbolo de la región del Jura, cuna de Pierre Jaquet-Droz, que se posa sobre el nido en el que se encuentran sus polluelos. Otro homenaje a los orígenes de la manufactura es la cascada Saut du Doubs, la cual también realza la esfera de este nuevo tesoro relojero. Este cuadro tridimensional cobra vida animado por un mecanismo particularmente complejo. Mientras uno de los pájaros se inclina para dar un bocado a su pequeño, el otro despliega las alas desvelando los delicados matices de su plumaje. En medio del nido, se abre un huevo dejando ver un polluelo, y el agua de la cascada cae sin cesar.
The Bird Repeater es un verdadero autómata, dotado de un sistema de levas fruto de la tecnología de la Ilustración. Asimismo, reúne a todos los oficios decorativos; los grabadores y pintores de la casa Jaquet Droz trabajaron codo con codo para crear el amarillo, el azul, el blanco y el negro profundo del plumaje, así como el equilibrio perfecto de los volúmenes, la delicadeza de las ramas que forman el nido y el realismo de esta escena que vive al ritmo de al menos ocho animaciones: el movimiento de las cabezas y las alas de los pájaros, el movimiento de los polluelos, la eclosión de un huevo, el resplandeciente reflejo del agua fresca, etc.
Fiel a su filosofía de exigencia extrema, Jaquet Droz ha dotado a The Bird Repeater de una de las complicaciones más nobles de la Alta Relojería: la Repetición de minutos, que suena las horas, los cuartos de hora y los minutos y activa las bellas animaciones, mediante una simple presión con el dedo. La resonancia y la riqueza del sonido del timbre "catedral" son resultado de las dos vueltas que el timbre da alrededor del movimiento, un mecanismo tan extraordinario como el complejo sistema de carrillones que alberga la caja de oro de 47 mm de diámetro y sólo 18,4 mm de grosor.
The Bird Repeater consta de 508 elementos diferentes y ofrece una reserva de marcha de 48 horas. Existe en dos versiones, un modelo de oro blanco engastado con diamantes y un modelo de oro rojo, cada uno editado en 8 ejemplares exclusivos. Esta proeza relojera, fruto de dos años de desarrollo, constituye la muestra más reciente, y sin duda la más sofisticada, del carácter inimitable de Jaquet Droz: dar vida, como nadie, a la poesía del Tiempo.
Tras la presentación de The Bird Repeater, la Manufactura finaliza la pieza que coronará su vínculo legendario con el universo de los pájaros con motivo del salón Baselworld 2013. En La Chaux-de-Fonds, ni el hechizo del Tiempo ni el canto de los carboneros ni el murmullo de la cascada Saut du Doubs están dispuestos a detenerse.